Crónica del día de Sant Jordi, 23 de abril de 2012

Siete de la mañana en punto, suena el despertador (parece el inicio de una mala novela). No soy perezosa pero estoy destrozada por mi trabajo y me vuelvo a sumergir en el sueño sólo un minuto y diez segundos más -los segundos son importantes también-. Cuando me decido a abrir los ojos son las siete y cincuenta y ¡mierda!, mi hermana me espera para montar el stand de la asociación country La Torre para vender libros de segunda mano y por primera vez en Sant Jordi, el stand de la asociación de escritores "La Destilería", para vender los libros publicados de los escritores miembros, a los que debemos apoyar e impulsar. Como ya llego tarde, me preparo mi café, me doy una ducha y, muerta de sueño, intento ponerme mona. Eso lleva su tiempo, pues ya no soy una niña, y aunque no suelo maquillarme sí he de estar presentable, que viene la tele y no puede pillarme "con estos pelos". A las ocho y treinta ya está Belén llamándome, que a ver dónde cóño estoy, que si ha...